miércoles, marzo 10, 2010

Terremoto en Chile 27/2


I.- Mi Momento

El 27 de febrero del 2010 me encontraba en la precordillera de Molina, más específicamente en el Bolsón un lugar dentro de la Reserva Nacional Radal Siete Tazas, por primera vez en mi excursión dormía bien después de caminar por casi tres días recorriendo lugares para postales, cuando de repente la tierra se empieza a mover, primero levemente y luego con una violencia inusitada, con cada remezón fuerte me paralizaba, luego pensé en mi familia, sobretodo en mi abuela, sabía que mi casa era sólida, pero mi abuela sufría de problemas de presión y un susto como ese la podría afectar. En esa madrugada entretuvimos el insomnio con conversaciones. Al amanecer arreglamos las mochilas y emprendimos la caminata, caminata que usualmente demoraría 4 horas y que tan sólo hicimos en tres; al llegar a el Parque Inglés (lugar donde ya circulaban vehículos) preguntamos por noticias sobre el sismo, el guardaparque nos dijo que era grado nueve, esa sensación volvía a mi cabeza, era como si se llenara de sangre y vaciara en un segundo tambaleándome de tanto visualizar imágenes funestas. Váyanse en lo que puedan, agregó el funcionario de la Conaf, caminamos e hicimos dedo, nos llevaron hasta alcanzar un bus repleto, llegamos a Molina buscamos un teléfono para preguntar como estaba nuestra gente, sus voz me tranquilizo algo, el viaje a Talca era escalofriante, las carreteras de papel se abrieron con las vibraciones subterráneas. En Talca era todo desolación el terminal, cerrado el barrio oriente por los suelos, sin luz, agua, ni señal telefónica.

II.- El Momento del País

Difícil se me hace creer en los castigos divinos, de existir, claramente este fue uno de ellos. Chile un país forjado en el egoísmo, arribismo, individualismo y consumismo durante 17 años de dictadura de las armas y 20 años de dictadura de la ignorancia y de los medios. Pero a quien le importa la critica cuando todo va bien, a nadie. Éramos el ejemplo para los demás países de Latinoamérica; un per capita envidiable, que importaba la desigualdad; un consumo desenfrenado, que importaban los valores más imperecederos; perspectivas a mediano plazo alentadoras, que importaba el medio ambiente si había que producir; que importaba la humildad si no necesitamos ayuda de nadie. Éramos un país de caca envuelto en un lindo papel verde de dólares.

III.- La ineptitud criminal

Es posible que después de que un Tsumani devastara las costas de la séptima y octava región las autoridades siguieran diciendo de que no había riesgo de uno. Será posible que hasta día de hoy ni siquiera hayan dado una sincera disculpa. Cómo iba a pasarnos algo si los dioses del Olimpo estaban a nuestro favor, cómo nos iba a pasar algo si pertenecemos a la OCDE, en fin la soberbia de nuestras autoridades no tiene límites ni siquiera con la fuerzas de la naturaleza que nos recuerdan de vez en cuando que somos, como dice García Márquez, una cornisa de la Cordillera de los Andes que esta destinada a desaparecer en un cataclismo.

Las FFAA que se llevan gran parte de erario público ya habían fallado demostrando que, en caso de desearlo Sierra Leona nos podría invadir y ocupar militarmente en no más de una semana. Más aún los militares no aparecían para llevar ayuda o para buscar sobreviviente y cuerpos, debían guardar energías para proteger la propiedad privada, hace rato más importante que la vida.

No tan solo altos dirigentes del gobierno merecen la cárcel, sino también los privados que hacen carreteras de papel y edificios de cartón escudándose en la incapacidad del Estado para fiscalizar. Pero la vida debe seguir, se debe volver a pagar peaje por carreteras indignas para el flamante miembro de la OCDE.

IV.- Los Saqueos

A los saqueadores yo los clasificaría en cuatro grupos

1) Los saqueadores de precios: aquellos empresarios que lucran con las necesidades más imperiosas del pueblo; aquéllos que prefieren perder sus helados o que se les descomponga su carne (hay que destacar algunas dignas excepciones). Menciona honrosa se la lleva el alcalde de San Javier, quien además tiene una panadería, el cual no dudo en cobrar $ 3000 pesos por el kilo de pan, con el fin de evitar la obesidad dentro de la población de la que él se sirve, perdón, a la que él sirve.

2) Los saqueadores de productos básicos alimenticios: consideremos que nos encontrábamos a fin de mes y mucha gente llega apenas a estas fechas, por lo tanto ante la escasez y lenta respuesta de las autoridades había dos vías, morir de hambre o robar y asumir las consecuencias, de una ley represiva. Los que saquearon los supermercados son héroes, prefirieron la vida en vez de respetar una ley, que por lo general no los respeta a ellos.

3) Los saqueadores de productos suntuarios, estos me dan lástima son el reflejo más claro de la sociedad que hemos construido, donde aquel plasma, aquellas zapatillas que se nos muestran en la televisión son símbolos de estatus que, en muchos casos resultan inalcanzables monetariamente, una vez rotas esas barreras la moral no importa.

Muchos se extrañaron a ver las imágenes en la televisión, algunos señalaran que es una actitud primitiva y normal del populacho. Pero recordemos el comportamiento de la población valdiviana en 1960, la gente no alcanzó a secarse las lágrimas cuando tuvo que enfrentarse a una labor de hacer un dique que impidiera el desbordamiento de Lago Riñihue, no hubo saqueos, ni asesinatos de las FFAA.

4) Los saqueadores de poblaciones las personas que viviendo con el pueblo saquean casas del pueblo son seres despreciables. En muchos casos nuestras inútiles FFAA ni se aparecieron en las poblaciones, sólo les importaba cuidar los intereses de los grandes poderes económicos, la defensa de las poblaciones quedó en manos de brigadas vecinales que con palos y fierros defendieron sus casas a la usanza de la heroica comuna de París.

V.- El Show televisivo

Recuerdo un capítulo del Chavo del 8 cuando Kiko le decía lo importante de la presencia de este en su fiesta de cumpleaños, porque tenía que presumir con alguien sus regalos. De este mismo modo los empresarios presumen ante los infelices que los miran por televisión de su opulencia, mientras estos infelices, quizás idiotizados por algún haz lumínico televisivo, admiran su espíritu altruista.