viernes, abril 11, 2008

De visita en el Fundo Nonguén






Hace unos días una inesperada lluvia hizo que llegara empapado a casa. Sin embargo eso poco importó, ya que había estado en un sitio poco conocido que me impresionó de sobremanera por su belleza. El lugar al que me refiero es el Fundo Nonguén, el cual se encuentra a no más de 5 Kms del área urbana del sector del mismo nombre, en la Comuna de Concepción.

Una vez que se pasa el Zoológico y los campos deportivos del “gran y querido Conce", nos encontramos con un camino de tierra que nos lleva por una zona típicamente campesina, donde se pueden encontrar parcelas e incluso campings aprovechando las bondades que proporciona el estero del sector. Luego de unos 40 minutos en bicicleta se llega a un portón azul, puerta de entrada al Fundo Nonguén.

Lo primero que pensé al entrar al Fundo fue como nosotros, aquellos descendientes de la colonización hispana, hemos cambiado tanto el paisaje de nuestro pais. En el cerro de la U. de Conce, o la ruta que lleva hacia Arauco, por dar algunos ejemplos, el paisaje es monótono y aburrido, en cambio en Nonguén las tonalidades verdosas son infinitas, los tamaños y las texturas nos presentan nuevas oportunidades desconocidas para quien está acostumbrado al monótono panorama visual y natural que nos han hecho asimilar las grandes empresas forestales con sus plantaciones exóticas.

Un lugar, como este, que abarca cerca de 2.000 hectáreas de bosque nativo, debe ser ciertamente protegido, sobre todo teniendo en cuenta que el lugar ha sido continuamente víctima de cortas ilegales de leña por los inescrupulosos de siempre. Es de esperar que ahora que el Fundo pertenece al Estado Chileno (CORFO), se pueda dotar al sector de personal calificado para proteger el lugar y establecer de manera definitiva el Fundo Nonguén como Reserva Nacional.

…..Poco importa la lluvia cuando te das cuanta que tu ciudad es mucho más fascinante de lo que pensabas…..


Rodrigo

miércoles, abril 09, 2008

De eso que algunas veces llamamos amor

De eso que algunas veces llamamos amor, tan sólo quedaron, los poemas escritos en un pequeño cuaderno rojo, que nunca se publicará. Quedaron los recuerdos que la débil memoria humana irá borrando lentamente, como olvidamos los sueños después de algunos días. Quedaron las heridas, que tal vez otra, que nada tuvo que ver en el hecho, se verá en la necesidad de sanar.
De eso que algunas veces llamamos amor, tan sólo quedaron fotografías, que se guardarán y desaparecerán, cuando el polvo y el olvido, las destruya y la última limpieza de la casa las lleve a la basura.
De eso que algunas veces llamamos amor, no quedará nada, tan sólo la sensación, de que fue un simulacro, tan sólo un ensayo, del amor verdadero, de ese perdurable, de ese que se queda y no se va.

J. F. Rekabarren.

jueves, abril 03, 2008

Curiosidad


“CURIOSIDAD”


Un manto lo cubría, mas no podía disimular la mancha de sangre que se escapaba por el costado. Definitivamente su muerte no había sido cosa sencilla.

Hace un año lo conocí, hombre viejo con resabios de una existencia sumida en labores difíciles de campo, con la mirada perdida en un lejano horizonte y las manos guardadas en ese oscuro pantalón que siempre llevaba. Digo lo conocí por que es una forma normal de decir: se quien es. Ahí, parado junto a un árbol que le regalaba sombra lo observé por un rato, no se movía ni hacia gestos, esas muecas que de alguna manera le hicieran saber al mundo que estaba vivo, tal vez no era esa su idea. Generalmente eran los martes cuando este extraño personaje aparecía. Martes de feria en el pueblo, esto hacia que las calles atestadas de gente no permitieran transitar con facilidad, cosa que a más de alguno molestaba y en ellos me incluyo. Era un ambiente con aroma a campo y sonidos rurales; él confundido entre sonidos y olores estaba parado como siempre, semana tras semana en el mismo árbol, idéntica situación que terminaba siendo una fotografía cuando yo aparecía. El hombre, el martes de feria y yo. Esta imagen solo duraba unos minutos pero no la necesidad, saber en qué pensaba, qué buscaba, o qué mierda hacia parado todos los martes en ese árbol, era casi enfermizo. Más de alguna vez pregunté si lo conocían o si sencillamente lo habían visto. Era una forma de buscar la respuesta que finalmente calmara aquella necesidad, y no llegaba.
Dentro de mi cabeza la respuesta afloraba. Sangre, misterio y horror eran los protagonistas de la historia: Su hijo de 5 años había sido cruelmente violado y asesinado un día martes hacia ya muchos años, por esta razón la gente no sabia o no recordaba. El asesino escondido entre la gente que colmaba las calles había arrebatado al pequeño de su mano; la saña disimuló cada atisbo de cordura, entre los ruidos de feria los gritos no fueron escuchados y la escena nunca fue vista, al final el rostro ensangrentado y sin vida de su hijo era el cruel registro de lo ocurrido. El asesino impunemente escondido entre la gente había desaparecido. El deseo de encontrar al responsable hacia que cada martes se acercara al pueblo a buscar al hombre que había destruido su vida. De tal manera la historia tomaba forma y los detalles que se escapaban eran solucionados por mi imaginación cada martes. Era la solución que deseaba, esa que calmara el morbo que alimenta siempre la curiosidad, ni la más real ni la más triste, solo la que quería.
Un día, precisamente un jueves las cosas cambiarían, caminaba por Mester que estaba solo como siempre en día jueves, era tarde pero la temperatura no bajaba, a pesar de ser junio cuando aquí el frió destruye los huesos a las siete, sin compañía vagaba por la ciudad.
Como la semana terminaba la importancia del viejo y su problema era casi nula, y mi mente ocupada en otras cosas pensaba, sin embrago la situación cambio rápidamente. En la antigua estación de trenes estaba parado una vez más el viejo junto a un árbol, miraba el horizonte, sus manos en los bolsillos y nuevamente la histeria que provocaba en mí su raro comportamiento despertó. Su hijo, el asesino, la feria, los sonidos de campo y olores rurales estaban en mi cabeza una vez mas, los fantasmas de su trágica existencia se negaban a partir y revoloteaban en mi mente. Fantasmas que solo existían allí, en mi cabeza, cobrando forma y color la trama de la tragedia era una vivencia más, de esas que suele uno contar. De un momento a otro el hombre caminó, cruzó la calle y se acercó a mí. No pude disimular mi nerviosismo, ese hombre tan extraño que causaba una rara curiosidad, que me obligaba a buscar respuestas donde quizá no las existía y que hacia volar mi mente cada vez que lo veía, se acercaba a mi y me hablaba. “Quiero encontrar a mi hijo, se me ha perdido en la feria, tiene cinco años y un hombre es el responsable, lo has visto?”, esas fueron sus palabras. Increíblemente mi historia cobraba vida, ya no estaba solo en mi cabeza. Rara capacidad que hacia la realidad imaginada una historia real. Con el hombre allí frente a mi, debía preguntar y exigir respuestas. Cuando comenzaba a emitir sonidos de interrogación el hombre caminaba junto a una mujer que acompañada de tres individuos vestidos de blanco dirigían a mi personaje a un vehiculo de emergencias. Más dudas, más preguntas surgieron al instante; esa oportunidad no la perdería, “por que lo llevan?, donde lo llevan?”- pregunté- la mirada fría de la mujer fue acompañada de una respuesta clara y precisa: “Al psiquiátrico, este hombre sufre de esquizofrenia severa desde los 18 años”, no contento al instante le pregunté: “Pero su hijo, la feria, él dijo que lo había perdido”, “en ese mundo extraño que construyó habla siempre de un hijo perdido pero nunca existió, encontró la forma de escapar y cada vez que puede huye, siempre lo encontramos en la feria” la respuesta de la mujer se perdía mientras subían al vehiculo. Fue más que una respuesta, fue la destrucción de una historia en palabras de una mujer.

El encuentro en la estación fue hace cinco días. Hoy es martes, entre sonidos rurales y olor a campo el cuerpo del hombre yace en el suelo, de seguro escapó y en su huida se encontró con la velocidad de un automóvil.

FIN.